Cuando yo hice El Camino, hace dos años, estaba un tanto asustada, no me imaginaba en medio del monte, de una carretera, de un camino, sin un coche en el que guarecerme.Sin embargo, al volver del Camino descubrí no sólo que era capaz de hacerlo, sino que además, ahora me gustaría repetirlo con mis hijos.
Durante esos días me di cuenta de que me gusta estar en esa soledad acogedora que ofrece El Camino y al mismo tiempo, es en esos momentos de duda, de temor por esa misma soledad, lo te permite reconocer que has superado ese miedo y que también puedes disfrutar de el.
En el caso del fracaso escolar, los miedos se traducen en dificultades de aprendizaje (discalculia,dislexia,el famoso TDAH,etc) que si somos capaces de reconocer a tiempo, somos también capaces de superar y con ello alcanzar un rendimiento escolar que te permita conseguir una vida auto suficiente y plena, pero no por ello falta de sobresaltos y nuevos temores, porque en definitiva la vida es eso, sobresaltos y superaciones.
Y finalmente llegas a Santiago, vas a recoger la Compostela, y en ese instante te entra un escalofrío que te recorre todo el cuerpo, sobre todo cuando escriben tu nombre en latín y lo leen en voz alta.En ese momento, como se dice en las novelas románticas, sentí "que las lágrimas se agolpaban en mis ojos" y supe entonces que en El Camino, ya sea de Santiago o de la vida hay un sentido muy especial por el que hay que luchar.
Todo se puede superar, incluso perdiéndose en El Camino